¿Qué es un ritual?
Empecemos por explicar que un ritual es un acto simbólico, cargado con una intención, y en este caso, el símbolo funciona como una representación que sustituye al elemento real.
En muchos casos corresponde a un elemento abstracto que no podemos coger o medir, que incluso no tiene una forma concreta, puede ser un deseo, un sentimiento, un suceso que implica una multitud de significados intangibles y que a través de la acción del ritual, conseguimos convertirlos en elementos definidos que pueden ser modificados y alterar así la percepción que tenemos de ellos.
Por ejemplo aquello que fue vivido como negativo, puede ser destruido simbólicamente y esta acción nuestra psique lo integra como algo verdadero. De esta forma cargada de poesía modificamos el pasado o construimos una nueva vivencia de él.
¿Por qué los símbolos son el lenguaje del inconsciente?
Como decíamos, la psique utiliza estos símbolos para pensar en cosas, personas, experiencias por medio de representaciones de estos elementos en nuestra mente que pueden entenderse como una imitación interiorizada de la realidad, pero que no se reducen solo a la percepción sensorial de los rasgos físicos, sino que están compuestas por las creencias, los elementos propios de la cultura en la que vivimos, de nuestra educación, así como de aspectos emocionales, y tienen una gran carga subjetiva. Por eso, mi “realidad” ante una experiencia compartida puede ser totalmente diferente a tu “realidad” en una misma situación.
Así, en las expresiones creativas como en un dibujo, una pintura, etc., aunque tratemos de reproducir un elemento real, si nos permitimos realizar la expresión artística deS del recuerdo, la obra resultante muestra aspectos de nuestra imagen interna, no solo lo que hemos visto, sino lo que sentimos, lo que integramos “inconscientemente” como un elemento oculto.
Puedes probarlo dibujando a tu familia de origen, o pidiéndole a tu hije que dibuje vuestra familia, ya que él/ella no va a estar condicionade por lo expuesto hasta ahora. Al observar el dibujo puedes tomar atención en que aspectos son más grandes que otros, que rasgos ha destacado, que partes no están, en que orden ha colocado a los miembros, y si alguna de estas cosas está conectada con la relación que mantiene con estos miembros…
Por otro lado, de todo aquello que experimentamos como real tanto externo como interno, más de un 90% es registrado por el inconsciente, esta es una forma de proteger la mente consciente para no saturarla por tanta información como percibimos.
Por ello se dice del inconsciente que es el piloto automático de a mente y gran parte de las decisiones diarias que tomamos son instintivas, basadas en el almacenaje de la memoria inconsciente.
En este sentido, para nuestra mente inconsciente lo real y lo simbólico es lo mismo, no distingue uno del otro. Puedes probarlo imaginándote que hueles una flor, que pruebas algo ácido u otra sensación corporal y observar cómo reacciona tu cuerpo.
En el cerebro se activan las mismas conexiones neuronales que si esto estuviera sucediendo en la materia. Así lo real, lo simbólico y lo imaginario en el inconsciente se entremezclan y es vivido todo como auténtico. Por ello la imaginación, la visualización y los actos simbólicos tienen un gran poder de transformación en nuestra vida y a través de los rituales podemos dialogar directamente con el inconsciente porque utilizan su mismo lenguaje, el simbólico.
Rituales en nuestra vida diaria
Los rituales han estado presentes a lo largo de la historia como una forma de sostener nuestra humanidad, nuestra mortalidad, en la incertidumbre de la vida y dar un lugar a lo sacro y la espiritualidad como mecanismos de comprensión del dolor.
Los rituales nos permiten dignificar y celebrar diferentes momentos vitales como:
En el cambio en una relación, una unión, una separación, la despedida de un ser querido que ha fallecido.
En la entrada de una nueva etapa vital, en la menarquia, en la adultez, en la maternidad o en el climaterio.
Para honrar un período de nuestra vida que llega a su fin, cómo no querer tener más hijes, o que no ha podido llevarse a cabo como no haber podido ser madre.
Para reconocer el aprendizaje de este momento (el para qué) como un proceso de maduración que le da un lugar emocional a lo que duele.
En definitiva, facilitando nuestra adaptación psíquica y emocional a una nueva realidad.
El uso de los rituales data de período prehistórico y desvinculado del culto religioso, se celebraban rituales y arte ceremonial sobre todo en cuevas donde abundaban los símbolos de la vulva como puerta de nacimiento, y donde la ritualización de la muerte fue importante.
Lo vemos también en la tragicomedia griega que como explica Stephen K. Levine en Poiesis, no se trataba de un mero espectáculo de entretenimiento sino de un ritual colectivo con un efecto catártico o de purificación.
Rastreando la tradición cristiana podemos encontrar las creencias y ritos precristianos de la Europa Matrística que como explica Marianna García Legar en La Rueda de Izpania, muchos de los rituales religiosos tienen orígenes en las tradiciones vinculadas a la fertilidad de la tierra.
Actualmente, la recuperación de los ritos de paso, como este puente que nos lleva de un lugar de conciencia a otro y que implica una muerte y nacimiento a la vez. Forma parte de esta necesidad de integrar lo que muere a la vida como parte del proceso inherente de crecer que merece ser honrado e integrado en un lugar consciente y no como un concepto tabú y excluido. Esta es una forma de exponerlo dentro de nuestra comunidad familiar y social, nos permite una mayor aceptación del proceso de cambio y de nosotras mismas.
Los ritos de paso son ceremonias de arte ritual, generalmente grupales que abrazan y celebran un nuevo comienzo, la entrada a un nuevo momento de crecimiento en la vida, que implica dejar la que fuimos como la niña que toma a la doncella menarca, la mujer independiente que abraza a la madre que comparte su cuerpo con la criatura o la mujer madura que deja de ciclar.
Siempre es un acto que implica perder algo, dejar o soltar una identidad, para acoger una nueva realidad, un nuevo estado vital con otros dones y valores.
Vemos en nuestro cotidiano, rituales socialmente establecidos, versiones integradas de los ritos de paso y de la rueda del año que encuentran su origen en estas etapas de la vida (el bautizo o siembra de nombre, la comunión, confirmación o quinceañera en Latinoamérica que coincide con la etapa menarca en la mujer, el matrimonio o entrelazado de manos, los funerales…) o del paso del tiempo estacional (pascua o Beltane, la hoguera de San Juan o solsticio de verano, el día de difuntos o Samhaín, la Navidad o equinoccio de invierno, la candelaria, carnaval o Imbolg, etc.).
Hoy en día utilizamos los rituales en procesos terapéuticos en la despedida de nuestros ancestros y seres amados, en las perdidas gestacionales, perinatales y neonatales como un acto que nos ofrece amparo, reconciliación, y ayuda en el proceso de sanación de nuestros duelos, construyendo nuevos recuerdos y formas de vinculación, y para resignificar una experiencia traumática o difícil.
¿Cómo nos benefician los rituales en nuestro bienestar emocional?
Los rituales reducen la ansiedad, aumentan la confianza, aligeran el dolor, nos reenfocan, mejorando nuestro equilibrio emocional porque resignifican experiencias difíciles o dolorosas llenándonos de nuevas comprensiones que vienen del cuerpo y no de la razón.
Nos permiten tomar el control ante lo incierto, porque facilitan herramientas de adaptación al cambio para comprender la vida y sus imprevistos con una nueva óptica de aceptación del momento que estamos viviendo.
Nos permiten dar un lugar a la dificultad y alquimizarla con actos llenos de belleza, alejados de la culpa y cargado de autocuidado y amor hacía quien fuimos.
Personalmente, creo que los elementos principales para un ritual son aquellos que nutren el alma. Todos aquellos símbolos tangibles que funcionan como puente del mundo natural, que nos traen arraigo, fluidez, transmutación y ligereza.
Cada persona sabe cuáles son los símbolos adecuados para ella, ya que son aquellos que construyen refugios internos que nos permiten tejer espacios de bienestar y nos llenan de serotonina y oxitocina que nos permiten adentrarnos con seguridad en los surcos del dolor.
La experiencia me enseño sobre el poder alquímico del arte para transformar la irritación en deleite. Shaun McNiff.
El arte está plagado de estos símbolos y genera el ambiente idóneo para que la belleza profunda, la que muestra lo horrendo con una gran virtud, puede manifestarse. Aquello que socialmente está vetado y es vivido como tabú, encuentra un canal de expresión y vaciado emocional, gracias al carácter estético y artístico de los elementos del ritual.
Espero que lo disfrutes.
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Soy Anna y te ofrezco un acompañamiento que integran cuerpo, mente, emociones y espíritu donde explorar tu salud emocional y ser soberana de tu cuerpo, tus emociones y tu vida. Si te resuena puedes agendar una entrevista gratuita aquí.
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